viernes, septiembre 27, 2013
Madrugadas
Es tarde ya. Fiodor Mijailovich acoge en su cuarto al mendigo, le cede su cama. Cabecea después, en una silla. Duerme de a ratos. Temprano por la mañana y tras la partida del huésped alguien llama a la puerta. Pero en este punto tengo más sueño que curiosidad. Cierro el libro, formo o se forman las palabras: “No más visitas por hoy”. Y enseguida, en un pensar menos instantáneo que el otro, desmenuzo la frase. No más visitas, no más páginas, que ya no entre nadie. Era yo la que dormitaba en la silla mientras otro usurpaba su cama. Lo veía, oía su ronquido, lo olía -me alivió que Fiodor abriese las ventanas. Por estas cosas me gusta la expresión “sumergido en la lectura”. A veces en nuestra habitación respiramos el aire de otra, del que la letra es medio, conducto. Para quien nunca lo experimentó, la lectura es poca cosa. Varias páginas atrás él había dicho: “la lectura consiste en ser el brazo y ser el hacha y ser el cráneo que se parte; la lectura es entregarse, rendirse, no mantenerse distante ni burlón”.
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2 comentarios:
Perfecto.
Qué bueno que te haya gustado, Miguel. Saludos.
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