Hace unos minutos terminé de ver
The grandmaster. No hubo un momento en que me haya sentido conmovida por la historia, que se desgaja y por eso mismo se debilita. Quizá sí hubo uno, durante una conversación sobre la vida como obra de teatro. Pero incluso en ese episodio el encanto del diálogo se fue diluyendo en un exceso de dulzor artificial para mi gusto. Visualmente, la película resulta esplendorosa. En imágenes, creo que es la creación más arrobadora de Wong Kar-Wai. Vale la pena, el placer.
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