sábado, marzo 23, 2013

La risa y los dientes

Lo primero que llama la atención en Sin embargo Juan vivía, de Alberto Vanasco, es que esté narrado en tiempo futuro y en segunda persona. Uno creería que tiempo y persona derivan necesariamente en una suerte de modo imperativo. Hay algo de eso, pero se trata, más que de imperar, de dirigir: la historia se cuenta como si los personajes fueran actores a los que se les propone una serie de instrucciones a cumplir. A veces se rehúsan e improvisan. Quizá previendo esto el narrador-director ofrece alternativas. Pasará esto o lo otro. La elección de los personajes es necesaria para avanzar en una novela construida en base a didascalias.

En rigor, aunque en futuro, comienza de manera impersonal: Habrá un crimen. Una mujer será encontrada muerta, con un tajo en el pecho. La casa será de tal manera y las personas presentes, éstas. Cuando se sitúe la segunda persona en la escena todo parecerá confluir en ese punto. El punto tendrá un nombre: Astolfo. El narrador lo seguirá como a su sombra. El asesino deberá estar entre los presentes. Al comienzo parecerá que es uno, luego otro, más tarde dos al mismo tiempo pero en realidades paralelas.

(Los diálogos serán desopilantes, las reflexiones del narrador, agudas como una estaca. Recordarás que a veces la risa deja al descubierto los dientes. Concluirás que el humor en la novela es feroz y desencantado. La recomendarás a los tres o cuatro que se dejen caer por tu blog. Deberás incluir un anzuelo adicional en tu comentario, uno de esos pasajes punzantes.)

“También has de recordar el tiempo en que creías en la felicidad, sin saber que bastaba con no alcanzarla nunca y trabajar sincera y suciamente durante toda la vida por ella, para conseguirla; es inconcebible, pero hay un tiempo en que uno cree también en la gloria o en el renombre y se pone con alegría a perseguir todo eso hasta que comprende en definitiva que nadie lo tiene en cuenta ni siquiera para ellos mismos.

Y lo peor es que uno abre después los ojos y ya no quiere seguir luchando ni pensar en los demás y se mete decididamente en cualquier otra cosa.

Pero el número de verdades que cada uno de nosotros puede soportar es muy limitado y es casi nula también la cantidad de angustia que cabe en cualquiera de nosotros”.

2 comentarios:

Pablo dijo...

Mordí.

Vero dijo...

¡Te lo paso, Pablo!