Se adosan sensores a un misil. El recorrido compone figuras
geométricas en una computadora. Un hombre del otro lado de la pantalla puede
decidir si sería conveniente arrojar una bomba sobre un límpido punto azul.
Un soldado es sometido a un interrogatorio sobre una misión
en Irak. Mientras tanto, la máquina de realidad virtual le pone frente a los
ojos escenarios semejantes a los que describe. Si dice que un compañero fue
herido, aparece una mancha roja sobre un hombrecito. Las explosiones son
amarillas, naranjas, luego negras -el humo. Puedo ver la tensión en el cuello,
la tirantez. Termina. Se escuchan aplausos.
Y todo esto está contaminado con mi mirada. Si elijo la
palabra “jaula”, incluso en lo que descarta mi memoria y el recorte que hago para contar, estoy ofreciendo y
quizás hasta imponiendo una interpretación, algo que Harun Farocki no hace. Mejor
es ir a ver la muestra -no tienen fecha de cierre aún, pero es seguro que continuará hasta fines de marzo- en
Proa.
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