martes, marzo 05, 2013

Instalaciones

Doce televisores proyectan tramos de películas de distintas décadas donde se puede ver a trabajadores que salen de las fábricas. Salvo en la de los Lumière, tengo la impresión de que se asemejan en su paso cansino. En muchas encorvan la espalda. En una, la más terrible, también la cabeza, la vista aplastada en el suelo. Al menos en la mitad hay altas rejas que demarcan los confines de la fábrica. Pienso en las jaulas de un zoológico. En jaulas de pájaros. En cárceles, cuando un portón se cierra lentamente y como inexorable. Dice la guía: “Los televisores están en el piso, porque no se busca la comodidad, no se facilita la evasión”.
Se adosan sensores a un misil. El recorrido compone figuras geométricas en una computadora. Un hombre del otro lado de la pantalla puede decidir si sería conveniente arrojar una bomba sobre un límpido punto azul.
Un soldado es sometido a un interrogatorio sobre una misión en Irak. Mientras tanto, la máquina de realidad virtual le pone frente a los ojos escenarios semejantes a los que describe. Si dice que un compañero fue herido, aparece una mancha roja sobre un hombrecito. Las explosiones son amarillas, naranjas, luego negras -el humo. Puedo ver la tensión en el cuello, la tirantez. Termina. Se escuchan aplausos.
Y todo esto está contaminado con mi mirada. Si elijo la palabra “jaula”, incluso en lo que descarta mi memoria y el recorte que hago para contar, estoy ofreciendo y quizás hasta imponiendo una interpretación, algo que Harun Farocki no hace. Mejor es ir a ver la muestra -no tienen fecha de cierre aún, pero es seguro que continuará hasta fines de marzo- en Proa.

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