lunes, marzo 25, 2013
Un gran maestro
Hace unos minutos terminé de ver The grandmaster. No hubo un momento en que me haya sentido conmovida por la historia, que se desgaja y por eso mismo se debilita. Quizá sí hubo uno, durante una conversación sobre la vida como obra de teatro. Pero incluso en ese episodio el encanto del diálogo se fue diluyendo en un exceso de dulzor artificial para mi gusto. Visualmente, la película resulta esplendorosa. En imágenes, creo que es la creación más arrobadora de Wong Kar-Wai. Vale la pena, el placer.
sábado, marzo 23, 2013
La risa y los dientes
Lo primero que llama la atención en Sin embargo Juan vivía, de Alberto Vanasco, es que esté narrado en tiempo futuro y en segunda persona. Uno creería que tiempo y persona derivan necesariamente en una suerte de modo imperativo. Hay algo de eso, pero se trata, más que de imperar, de dirigir: la historia se cuenta como si los personajes fueran actores a los que se les propone una serie de instrucciones a cumplir. A veces se rehúsan e improvisan. Quizá previendo esto el narrador-director ofrece alternativas. Pasará esto o lo otro. La elección de los personajes es necesaria para avanzar en una novela construida en base a didascalias.
En rigor, aunque en futuro, comienza de manera impersonal: Habrá un crimen. Una mujer será encontrada muerta, con un tajo en el pecho. La casa será de tal manera y las personas presentes, éstas. Cuando se sitúe la segunda persona en la escena todo parecerá confluir en ese punto. El punto tendrá un nombre: Astolfo. El narrador lo seguirá como a su sombra. El asesino deberá estar entre los presentes. Al comienzo parecerá que es uno, luego otro, más tarde dos al mismo tiempo pero en realidades paralelas.
(Los diálogos serán desopilantes, las reflexiones del narrador, agudas como una estaca. Recordarás que a veces la risa deja al descubierto los dientes. Concluirás que el humor en la novela es feroz y desencantado. La recomendarás a los tres o cuatro que se dejen caer por tu blog. Deberás incluir un anzuelo adicional en tu comentario, uno de esos pasajes punzantes.)
“También has de recordar el tiempo en que creías en la felicidad, sin saber que bastaba con no alcanzarla nunca y trabajar sincera y suciamente durante toda la vida por ella, para conseguirla; es inconcebible, pero hay un tiempo en que uno cree también en la gloria o en el renombre y se pone con alegría a perseguir todo eso hasta que comprende en definitiva que nadie lo tiene en cuenta ni siquiera para ellos mismos.
Y lo peor es que uno abre después los ojos y ya no quiere seguir luchando ni pensar en los demás y se mete decididamente en cualquier otra cosa.
Pero el número de verdades que cada uno de nosotros puede soportar es muy limitado y es casi nula también la cantidad de angustia que cabe en cualquiera de nosotros”.
En rigor, aunque en futuro, comienza de manera impersonal: Habrá un crimen. Una mujer será encontrada muerta, con un tajo en el pecho. La casa será de tal manera y las personas presentes, éstas. Cuando se sitúe la segunda persona en la escena todo parecerá confluir en ese punto. El punto tendrá un nombre: Astolfo. El narrador lo seguirá como a su sombra. El asesino deberá estar entre los presentes. Al comienzo parecerá que es uno, luego otro, más tarde dos al mismo tiempo pero en realidades paralelas.
(Los diálogos serán desopilantes, las reflexiones del narrador, agudas como una estaca. Recordarás que a veces la risa deja al descubierto los dientes. Concluirás que el humor en la novela es feroz y desencantado. La recomendarás a los tres o cuatro que se dejen caer por tu blog. Deberás incluir un anzuelo adicional en tu comentario, uno de esos pasajes punzantes.)
“También has de recordar el tiempo en que creías en la felicidad, sin saber que bastaba con no alcanzarla nunca y trabajar sincera y suciamente durante toda la vida por ella, para conseguirla; es inconcebible, pero hay un tiempo en que uno cree también en la gloria o en el renombre y se pone con alegría a perseguir todo eso hasta que comprende en definitiva que nadie lo tiene en cuenta ni siquiera para ellos mismos.
Y lo peor es que uno abre después los ojos y ya no quiere seguir luchando ni pensar en los demás y se mete decididamente en cualquier otra cosa.
Pero el número de verdades que cada uno de nosotros puede soportar es muy limitado y es casi nula también la cantidad de angustia que cabe en cualquiera de nosotros”.
martes, marzo 05, 2013
Instalaciones
Doce televisores proyectan tramos de películas de distintas décadas donde
se puede ver a trabajadores que salen de las fábricas. Salvo en la de los Lumière, tengo la impresión de que se
asemejan en su paso cansino. En muchas encorvan la espalda. En una, la más
terrible, también la cabeza, la vista aplastada en el suelo. Al menos en la
mitad hay altas rejas que demarcan los confines de la fábrica. Pienso en las jaulas de un zoológico. En jaulas de pájaros. En cárceles, cuando un portón se cierra lentamente y como inexorable. Dice la guía: “Los televisores están en el piso, porque no se busca la
comodidad, no se facilita la evasión”.
Se adosan sensores a un misil. El recorrido compone figuras
geométricas en una computadora. Un hombre del otro lado de la pantalla puede
decidir si sería conveniente arrojar una bomba sobre un límpido punto azul.
Un soldado es sometido a un interrogatorio sobre una misión
en Irak. Mientras tanto, la máquina de realidad virtual le pone frente a los
ojos escenarios semejantes a los que describe. Si dice que un compañero fue
herido, aparece una mancha roja sobre un hombrecito. Las explosiones son
amarillas, naranjas, luego negras -el humo. Puedo ver la tensión en el cuello,
la tirantez. Termina. Se escuchan aplausos.
Y todo esto está contaminado con mi mirada. Si elijo la
palabra “jaula”, incluso en lo que descarta mi memoria y el recorte que hago para contar, estoy ofreciendo y
quizás hasta imponiendo una interpretación, algo que Harun Farocki no hace. Mejor
es ir a ver la muestra -no tienen fecha de cierre aún, pero es seguro que continuará hasta fines de marzo- en
Proa.
viernes, marzo 01, 2013
Erigir
“La batería erige la canción como si se tratase de un
edificio”, dije. Hablábamos de "In my time of dying". Entra antes la guitarra,
pero no se puede decir que establezca un cimiento, es más bien un ademán
preparatorio. La batería es fundante y alza el andamiaje (¿no tenía Bonham facha de
constructor?) sobre el que los otros se apoyan. Erigir es el verbo que a la
batería, acá, se le adhiere mejor.
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