lunes, octubre 22, 2012

Para unas agendas con su nombre

Para esto vine a Montevideo.
Tras ambular por pasillos y escaleras llego a una oficina minúscula con el cartel “ARCHIVO LITERARIO” en la puerta. Me dicen que Virginia -la encargada del sector, con quien estuve intercambiando correos en días previos- no está, que vuelva mañana. Protesto. Más bien imploro. La llaman desde un celular, le piden coordenadas de lo que busco. Rato después me traen una caja azul. Una etiqueta anuncia “CUANDO YA NO IMPORTE – 3 AGENDAS CON TAPA DE CUERO”. Todas tienen grabado en letras doradas el nombre del dueño: Juan Carlos Onetti Borges. 1991, 1992, 1993. Las ordeno y cuando abro la primera estoy con un nudo en la garganta. Soy toda yo un nudo.
Leo: “Anoche me vino el ataque…”. Es un capítulo que en el libro se ubica más allá de la mitad. Como esto lo escribo después, sé que se publicó casi idéntico. El “casi” abarca unos pocos cambios, uno especialmente relevante: Santa María, destruida en el incendio operado por el brazo del Colorado y la cabeza de Medina en Dejemos hablar al viento, renacida en Santamaría en el impreso, es acá, en esta instancia de borrador, Santa María la Nueva. La conservación del nombre de la ciudad sugiere un lazo más robusto con el pasado, se me ocurre. Me complace. Nunca me gustó ver juntas las dos partes. El narrador es Cabot en la agenda y no Carr. No sé con qué relacionar el segundo nombre; el primero me recuerda a un explorador italiano, con una ocupación interesante para el caso, la cartografía. El turco Nasar será en el libro Abu Hosni. Aurora será Aura.
Por amor a los detalles o simplemente por amor anoto algo sobre las formas. La letra, de tinta negra, azul, roja, siempre de trazo fino, se vuelca hacia la izquierda, angulosa -recuerdo las pinturas de Torres García que vi esta mañana, comparo. Hay muy pocas correcciones. Los borradores no fueron, en su mayor parte, borroneados. Me doy cuenta de que las escasas modificaciones van en busca de un matiz. Por ejemplo, sobre la frase “No sólo había voces sino también carcajadas” la última palabra se enmascara con otra escrita con más resolución y tinta, “risotadas”. El color de la última expresión es chabacano frente al otro. Deduzco que algunas palabras subrayadas están sometidas a vigilancia, puestas en duda, porque a veces, al lado, aparecen otras, alternativas, de sentido similar. Todas las páginas están cruzadas por un trazo leve de lápiz negro. El orden en que se escriben los trozos no es el de la novela. Por ejemplo: el ataque -tan nauseosartreano- con que arranca 1991 en el libro sucede unas 40 páginas después de que aparezca el turco Nasar.
Narrador en segundo grado, “fabulador admirable”, Díaz Grey, “tal vez eterno”, le cuenta a Cabot-Carr historias, algunos sucedidos en Santa María-Santamaría. Ahora que en casa transcribo mis notas saco del libro la enumeración de argumentos: “Un vagar sin sentido comprensible por las arenas que rodeaban una casa, un infantil empeño en enterrar un anillo que debió estar unido a una historia amorosa y difunta; meses de drogas prescriptas y usadas por tres o cuatro personas que se fugan disfrazadas, sumergidas en la estupidez de cantos, músicas y sudores hediondos de un carnaval ya añoso; un adolescente empeñado en dar sepultura cristiana a un chivo maloliente; un promotor de lucha libre, viejo campeón ya vencido por combates, y el tiempo que resulta vencedor de un muchacho mucho más fuerte y joven, sin que pueda explicarse por qué; y basta para mí.
"De todo lo que fue recordando el doctor me reservé, como cosa tan querida que la hice mía, la imposible historia de una muchacha que por despecho…
"Es algo hermoso y no quiero tocarlo con dedos fatigados y temblones. Será mañana si Dios quiere".
Cualquiera puede hacer el recuento de las referencias: “La casa en la arena”; La vida breve; Para una tumba sin nombre; “Jacob y el otro”. La historia de la muchacha que en el libro sigue sin la pausa del cambio de capítulo pero en la agenda ha variado de día -“Será mañana”- alude a “La novia robada”. Sé ahora que en la primera versión de la última frase los dedos “temblones” fueron “un poco borrachos”. Puedo pensarlo a Onetti escribiendo con alguna dificultad por culpa de una dulce borrachera bien graduada. Todo un párrafo fue tachado y reescrito. Transcribo lo anulado y lo escogido: “Hasta que la demencia creciera victoriosa, lenta, segura como la marea en el río y la convenciera de que era necesario ponerse el vestido blanco y andar, fantasmal y grotesca, por la ciudad-pueblo”/ “Hasta que la demencia, irresistible y lenta, fuera trepando por el cuerpo extendido para arrebatármela, hacerla suya y convencerla de que era necesario ponerse el vestido blanco y recorrer, fantasmal y grotesca, calles y callejas de Santa María”. Veo que salvo el nombre final todo concuerda con el libro, ahora.
(Pero antes, en ese otro presente: hago una pausa y levanto la agenda a la altura de la nariz, hago correr las hojas y aspiro fuerte. Tengo la impresión, o elijo pensar, que el papel, al ser poroso, atrapa y encierra algo del aire de los lugares en donde estuvo.)
Se me ocurre que quizás algunas frases que aparecen distintas de estos originales en la novela pueden haber sido mal interpretadas. Anclo la duda en que en la agenda de 1993, con letra prolija -un imposible Onetti- aparece este texto, no es su letra pero sí en su voz: “27-3-93. Tal vez mi sensación luctuosa nazca derecho [acá debería decir “del hecho”] de que al escribir la última palabra de mis libros experimenté siempre una sensación de adiós. Que se arreglen. Nunca lo leeré ni corregiré pruebas de imprenta.”
Las últimas palabras escritas en la agenda de 1993 están bajo el 19 de enero y no son de Cuando ya no importe. Es un diálogo y dice así:
"-          Porque la quería toda, señor Juez. Ella con su pasado, ella con su último pensamiento para siempre oculto que estaba pensando cuando murió.
-          No pensaba. Usted la mató mientras dormía.
-          Eso, señor Juez. Su último sueño."
Me conmueve, pero no tanto como lo que figura bajo el viernes 31 de mayo de 1991. Imito las líneas trabajosas de Onetti para copiar el fragmento, estremecida:
“Hay en esta ciudad un cementerio marino más hermoso que el poema. Y hay o había o hubo allí, entre verdores y el agua una tumba en cuya lápida se grabó el apellido de mi familia. Juego con la idea de que en algún día repugnante del mes de agosto, lluvia frío y viento iré a ocuparlo con no sé qué vecinos. La losa no protege totalmente de la lluvia y, además, lloverá siempre”.
La última palabra está escrita dos veces. En el primer intento se aplasta contra el margen y el autor no ha querido que quedaran dudas.
Siempre.

13 comentarios:

Pablo Seguí dijo...

¡Oh...!

Vero dijo...

Uh. Espero que el ¡oh! no sea de susto. Gracias por leer.

Pablo Seguí dijo...

¡Al contrario! ¡Imagino la emoción, al ser tan apasionada vos por Onetti! ¡Toda una aventura intelectual!

¿Es Onetti Borges, o es un chiste del viejo?

Me imagino que estás como que en algo así como vacaciones, y que te diste el gusto de hacer ese tour. ¿O serás toda una investigadorota que cada tanto hace algo así? Sea como sea, me encantó: ¡oh!, ¡oh!, ¡oh! :-)

Vero dijo...

Ése es el nombre completo, dendeveras. Borges era el apellido de la madre. No, no estoy de vacaciones, aproveché el útlimo feriado nomás. Todo fue planificado con mucha antelación. Hace meses vi un documental (Jamás leí a Onetti, el título reproduce una frase pronunciada por el mismísimo) y aparecían ahí las agendas. Al poco tiempo envié un mail a la Biblioteca Nacional de Uruguay para las averiguaciones del caso y me di el gusto de comprar los pasajes con una platita extra que entró. Se dio la coincidencia de que el domingo 7 de octubre fuera Día del Patrimonio en Uruguay, así que los museos y centros culturales estaban abiertos y con entrada gratis, por eso pude entrar al Solís (puse fotito abajo) y a otros lugares hermosos. El lunes 8 fui a la biblioteca y ante las puertas inspiré bien hondo. "Bueno, para esto vine a Montevideo", me dije. Estuve tres horas con las agendas de Onetti. Pasaba las hojas, de a ratos leía y tomaba notas y en otros nada más pasaba la mano sobre las páginas, seguía con el dedo los surcos de la birome, ¡las olía!, como digo por ahí. Uf, estoy contando todo otra vez, ¡no hay que darme cuerda! Besos, Tamarit.

e. r. dijo...

¡Qué linda aventura, Vero! Ya me lo habías contado personalmente, pero leerlo tiene un encanto especial.
Me da la sensación, así al imaginarme leyendo su letra, que Onetti está lanzando mensajes a la humanidad, mensajes de desesperados de conclusiones que fue alcanzando por ahí, a través de sus retorcidos personajes. Quiero decir, esta sensación la imagino sentir mucho más intensamente con sus agendas en la mano. Aunque sé, por supuesto, que la escritura amanuense no es más que una de tantas tecnologías, como la máquina de escribir o la pc; sin embargo, la siento como más autentificadora, más visceral. Pero también soy conciente de que todas las mentiras antes de la pc fueron escritas a mano sin ningún problema...
Besos!

losdiaslejos dijo...

La descripción de cada palabra que leíste, de tus manos revisando las hojas,el repaso de las frases...
Me llega algo de la pasión que dejaste en esa sala.
Tu fervor por lectura se contagia.

Vero dijo...

Ever, Onetti prefería escribir a mano, en el documental (¡que vi por primera vez porque habías puesto un link en tu blog!) Galeano cuenta que por su consejo empezó a hacerlo también. Visceral... ¿Será porque tenemos que empuñar la birome y no alcanza con apoyar las yemas de los dedos que no sentimos más cerca de lo escrito a mano? Pienso además que la rugosidad del papel y la necesidad de presión en la birome implica un detenimiento mayor. Al imitar la letra de Onetti tuve la impresión de que escribía con alguna dificultad, porque las líneas vacilan, se quiebran, pensá que tenía más de 80 años en ese entonces. Se me ocurre que puede ser un motivo de que hubiera tan poca correcciones.
Lucía, me alegra mucho que algo de ese entusiasmo llegue como un eco y reverbere en otro.
Dos besos.

Richard dijo...

¡Hola Vero! Estoy contento saber que vos tuvieras la oportunidad de hacer un viaje onettiano en Uruguay, y por supuesto me gustó leer tu informe como resultado. Espero poder seguir mis propias lecturas de Onetti con Para una tumba sin nombre dentro de poco. Mientras tanto, ¡saludos desde Nueva Inglaterra!

Vero dijo...

Hola, Richard, qué bueno verte por acá. Me alegra que te haya gustado mi informe de gestión y que quieras seguir la pista de Onetti en Santa María. Saludos desde la vieja Buenos Aires.

Carlos dijo...

muy buena aventura, becada de sí misma, así las cosas tienen otro sabor (gusto); hay tanto viaje al pedo por ahí y el suyo que llega a darse cuenta de para qué ha venido, ¡genial!

Vero dijo...

Como aventura no fue muy aventurada, pero sí fue un gustazo. Y un gusto que guste.
(Entre paréntesis: ¡cuántas erratas! Acabo de baldearlas un poco).

k dijo...

emocionante, sorprendente (todo un relato tu post, vero). Hace unos días tuve la necesidad de esribir a mano las anotaciones que de Trastorno estaba haciendo -y a lápiz-, no sé de dónde puede proceder ese instinto ni adónde conduce. Envidia (sana) de tu aventura en la cocina de creación de Onetti, besos

Vero dijo...

Muchas veces copié a mano, para tratar de ponerme en lugar del que escribió por vez primera las frases. Para, digamos, facilitar la impregnación de su espíritu. No importa si no sirve, si no alcanza, si no va a ningún lado, muchas veces fui feliz en el trazo moroso. Besos para vos, K.