sábado, octubre 06, 2012

La persistencia

Recién me tiré en la cama con La vida breve, para buscar el “boliche” de Montevideo en donde se encontró Brausen con los amigos, con Raquel. Todo está en la carta a Stein. Habla de un lugar junto al Dick’s. No hay hotel ni bar con ese nombre en la Web, pero, primero, no tiene por qué tener referencia real y segundo, el libro tiene más de 60 años. No importa. Voy a sentarme en un bar del puerto de Montevideo. Voy a capturar con mis ojos lo que otros guardaron en la memoria para que aflorase al escribir sobre un suceso en el puerto de Montevideo, aun si todo fue invención. Algo del paisaje siempre queda. La naturaleza es persistente. (También la mía).

2 comentarios:

carlos dijo...

Hay personas que ante una experiencia como la que Usted describe sufren de desilusión. Ese bar nunca existió, fue demolido, o era sólo un barzucho más, según el relato de los vecinos más confiables.
Pero creo que Usted apunta, secretamente, a algo que resulta de un brillo único e inaprensible y que perdura por sobre lo que alguna vez estuvo allí. No se trata de lo más sólido, precisamente. Y cuando se lo quiere definir, se escapa, no lo alcanza ninguna definición. Excepto que uno se conforme, pero creo que no estamos para eso.

Vero dijo...

Cree Usted bien. Es difícil que un escéptico encuentre ocasión para desilusionarse. Estuve en el puerto, no hubo barzucho ni vino tostado del que toma Brausen, pero no importó, no los esperaba. Fue buena cosa aspirar ese aire, caminar por la rambla por la que Linacero hizo andar a su mujer, de blanco, a ver si recuperaba, él sí, algo de la ilusión con la que la había querido. Me hubiese frustrado no encontrarme con ciertas agendas. Pero ellas sí me estaban esperando. Ya contaré.