martes, mayo 17, 2011

La clepsidra de Schulz

Ahora que por fin me hice con un ejemplar de Madurar hacia la infancia, preciosa edición de Siruela de la obra reunida de Bruno Schulz, recuerdo con gratitud la tarde -dos años ya o casi- en que mateando con Ever me dijo, mientras me alcanzaba un librito de la colección que sacó el CEAL hace una pila de años: “Me gustaría que leyeras esto”. Se titulaba La calle de los cocodrilos, como uno de los cuentos, el primero que leí, extraordinario, y no el mejor, para mí, del volumen. El que más me gustó fue y es “El sanatorio del sepulturero” -Elzbieta Bortkiewicz que lo tradujo como “Sanatorio bajo la clepsidra” para Siruela se arrima más al original, “Sanatorium pod klepsydra”; y ya que estamos: Wojciech Has dirigió una buena versión fílmica de este relato, bajo el mismo título. Volví a leerlo esta vez emparejado con las bellas ilustraciones que Schulz había ideado para el cuento -acá se pueden ver, admirar sus dibujos.

Trataré de exponer el argumento.

Josef toma el tren de una línea muy venida a menos para visitar al padre, internado en un sanatorio. Viajan con él escasísimos pasajeros en ese tren “sonámbulo”. Cuando llega, después de atravesar un paisaje más bien turbio, se encuentra con el director del establecimiento y pregunta por el padre. Acá el que lee que ya venía inquietándose con el extraño tren y la comarca de esquiva descripción termina de desorientarse con el dictamen del médico. Después de asegurar que aún vive, relativiza esa circunstancia: “La muerte que alcanzó a su padre en su país, aquí no ha llegado todavía”. Sin más explicaciones para lo inefable, invita a Josef a verlo. Por cansancio o por la alegría del reencuentro, Josef no indaga por más precisiones. Acompaña al padre en tareas carentes de una finalidad clara, en una simulación de los gestos de la vida anterior, tan insustanciales como la vistosa comida que se exhibe en los restaurantes del fantasmagórico poblado que rodea al sanatorio. Los espejos se niegan a replicar la imagen del visitante. Pasa el tiempo -por nombrar de algún modo una vaga sucesión- y José acalla su desasosiego por no romper el hechizo. Al dejarse caer en esa tibia aquiescencia empieza a sufrir la influencia de la muerte en perpetuo gerundio. Perdido en el clima difuso del sanatorio él mismo se difumina. En un rapto de voluntad, finalmente -y no, sobre todo no, nada de “finalmente”- salta a un tren pretendiendo escapar. Pero el tren circula en un tiempo desquiciado, como si fuese un satélite del sanatorio describiendo una órbita de pesadilla.

Es un relato magnífico que leí varias veces. Creo que a nadie extrañará enterarse de que Schulz tradujo a Kafka al polaco. El volumen de Siruela contiene entre otros textos un comentario acerca de El proceso. Ahí sigue diciendo Schulz más allá del tiro que lo enmudeció:

“Los libros de Kafka no constituyen ninguna imagen alegórica, clase o exégesis de la doctrina, son una realidad poética autónoma, redonda, cerrada por todos los lados, justificada en sí y en reposo. Más allá de sus alusiones místicas e instituciones religiosas, la obra vive una vida poética propia, polivalente, insondable y no agotada por ninguna interpretación.”

Se me ocurre que también los relatos de Schulz contienen una realidad poética autónoma, redonda, cerrada, y uno como Josef no puede hacer otra cosa sino sumergirse y dejarse arrastrar, o arrasar, sin preguntas.

4 comentarios:

CRISTINO PRO-CRASTINA dijo...

Bruno Schulz, creo ke no tiene nada que ver con kafka, que es arido y desabrido, ay, pesadillesko, Bruno es poetico...en cambio...maestro Hrabal y de Danilo Kis...escritores poetas tambien...esmas creo que hay una sobrevaloracon del checo...es aburrido y ya...salvo algunos parrafitos...el cazador Gracchus, sancho Panza autor del Quixote, etc...

Vero dijo...

¡Kafka árido, desabrido, aburrido! No se me ocurre la manera de responder a eso. ¡Te mando besos, Kuru! Me alegra que te guste Schulz.

k dijo...

Ahora descubrí que ya habías escrito sobre Schulz. No sabía que rodaron una peli con esto. Con respecto a la polémica kafkiana, creo que nada -ni en literatura ni en la vida real- sería igual sin Kafka. Saludos kovalskianos

Vero dijo...

Qué bueno que lo encontraste (mejor: que lo buscaste, me halaga el interés) estuve por dejar un link en tu blog pero ya lo había hecho antes (con Corrección) y me avergüenza un poco eso de las autorreferencias. Vale la pena ver el film también. Un beso, Kovalski.