Peter Fabjan, que además de hermano de Thomas Bernhard fue el médico que lo trató hacia el fin de sus días, dijo que en los últimos 10 o 12 años Bernhard sufría una enfermedad coronaria incurable, irreversible: “Durante los últimos 10 años fue alguien que tuvo que contar siempre con morir” (palabras que recoge Miguel Sáenz en Thomas Bernhard. Una biografía). Esa inminencia dota de una particular amargura a Extinción, su última novela, publicada en 1986. Está presente la dupla maestro-discípulo, pero si otras veces la voz del narrador era la del discípulo que tomaba nota de las ideas de otros -pienso en Roithamer de Corrección y en Strauch de Helada- y a la vez esas notas conformaban un registro de su impregnación, hasta el punto en que se confundían los pensamientos de uno y otro, en este caso es el guía, el que “implanta” las ideas en el alumno -aunque oscuro, detrás del maestro, aparece el fallecido “tío Georg”, quizá bajo la sombra que proyecta el recuerdo del abuelo de Bernhard. Murau presiente que dejará de ser, que se acerca el punto final y debe apurar la escritura con la que querría derrumbar el lugar donde nació: “Mi cabeza se ha convertido en una cabeza implacable, sobre todo hacia mí mismo. De lo más implacable, le había dicho a Gambetti. Y, sabe usted, le había dicho a Gambetti, mi tiempo, el que aún me queda, es también sólo el más breve, si no empiezo pronto mi relato, será demasiado tarde. No lo sé pero lo siento, le había dicho a Gambetti, no tengo ya mucho tiempo. […] Lo único que tengo ya definitivamente en la cabeza, le había dicho a Gambetti, es el título Extinción, porque mi relato sólo estará ahí para extinguir lo en él descrito. […] Todos llevamos un Wolfsegg con nosotros y queremos extinguirlo para salvarnos, aniquilarlo, extinguirlo al registrarlo por escrito. Pero la mayor parte del tiempo no tenemos las fuerzas necesarias para esa extinción. Pero posiblemente haya llegado el momento”.
2 comentarios:
ya en Trastorno hay una propiedad que aniquila o que hay que aniquilar, el castillo Hochgobernitz, en este caso para el príncipe Saurau, saludos
Kovalski, no sabía eso, muchas gracias. Y sobre todo gracias por leer estas notas. Tengo que pasar por el Goethe a buscar ese Trastorno. Beso.
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