lunes, abril 29, 2013
Un animal impreciso
Hace un
rato, mientras leía una vez más "Josefina la cantora o el pueblo de los ratones" y pensaba en el entramado de avances y retrocesos que tejen los argumentos
ofrecidos para explicar el misterio de la voz de Josefina, me di cuenta de esto
otro, que no había notado antes: si no fuese por el título del relato y
por una "ratita" que se pone a chillar a la par de Josefina, no sabríamos a qué
especie pertenecen Josefina y el narrador. Hay pistas: Josefina tiende a
arrastrarse por el suelo y antes de cantar se yergue; mientras ella canta algunos
hunden el hocico en el pellejo del vecino. Nada de esto es concluyente. Se
habla repetidamente de "pueblo" -"este pueblo tan acostumbrado a la desgracia,
nada indulgente consigo mismo, rápido en tomar decisiones, buen conocedor de la
muerte, tan solo temeroso en apariencia"-, de "individuo", de niños incluso -para
ellos, se dice, "no tenemos escuelas". Sin el título como faro y la atrevida
ratita a la que hacen callar los congéneres estaríamos tan desorientados como
con el insecto de "La metamorfosis".
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
Resulta extraño que unos ratones produzcan "silbidos" -según la traducción de Hernández Arias-. Cuenta Wagenbach al final de su biografía cómo al volver a Praga le dice a Klopstock:"creo que he empezado en el momento oportuno el estudio de los ruidos emitidos por los animales." Y es que está escribiendo su último relato, Josefina...
Fui a buscar el tomo de Wagenbach. Traza una relación entre lo que le dice a Klopstock y el final de Josefina (no busqué porque no confiase en tus palabras, sino porque me gusta ver el alrededor de lo que me cuentan). Por esos días la tuberculosis había afectado la laringe, dice. En la concisa cronología que aparece en los Diarios leo que en sus últimos tiempos nuestro querido amigo había perdido el habla y la posibilidad de ingerir alimentos. Ay.
Publicar un comentario