domingo, abril 14, 2013

El músculo insolente

Un explorador portugués y melancólico en el continente negro intenta alejarse de la muerte de su esposa como si el dolor fuese un lugar. Aparecida en un paisaje que no conoció en vida ella emite una condena: “Por más distancias que recorras, por más días que pasen, de tu corazón no conseguirás escapar”. “Entonces moriré”, se resigna quien ha sido intrépido por desesperación. Y todavía el cocodrilo que le da fin seguirá al fantasma de la mujer.

La fábula está envuelta en una película dentro de otra: Tabu, de Miguel Gomes. Corre el film frente a la aquietada Pilar, bondadosa vecina de una anciana ludópata y paranoica, Aurora, que vive con una criada y es ignorada por su hija. La primera parte de Tabu, “Paraíso perdido”, se tiende en los hilos que unen a las tres solitarias mujeres. Es verdad que hay un hombre en la vida de Pilar pero más que acompañarla acentúa su soledad. Al final de esa primera parte encuentra a otro. Ventura develará el enigma de la juventud de Aurora. La segunda parte, “Paraíso” es íntegramente narrada por él. No hay diálogos directos, aunque sí un intercambio de cartas -la carta, esa forma de diálogo macerado en la escritura. Así nos enteramos de que como el explorador Aurora no ha podido escapar de su corazón, “el más insolente músculo de toda la anatomía”.
 

“The desires of the heart are as crooked as corkscrews”, escribió una vez W.H. Auden.

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