martes, febrero 27, 2007

Gusanos de seda

Este fin de semana en que la presencia más que palpable, aplastante del calor -escribí, el sábado, “me ahogo en el aire quieto como (en) un lago”; el domingo fue peor- y la ausencia de aire acondicionado en casa me retuvieron más de lo acostumbrado en superficies que ofrecieran cierta horizontalidad a mi abatimiento, me dejé estar a la sombra de Los anillos de Saturno, de Sebald, que casi no había tocado en la semana. El caminante registra lo que ve y lo compara con lo que recuerda, anota sus reflexiones, pero el viaje es un hilván: cuando el hilo corre del revés de la tela otros lo viajan. Me gustó esta forma de narrar. Desplazamiento, detención en un punto, como en un mirador interior, expansión. La mayor parte del último capítulo se dedica a los gusanos de seda. Se compara a los tejedores de seda con los eruditos y escritores. Reproduzco esta parte para que se entienda la imagen: “tendían a la melancolía y a todos los males que derivan de ella, se entiende en un trabajo que obliga a sentarse constantemente encorvado, a una ardua reflexión permanente y a un cálculo ilimitado de amplios modelos artísticos. Creo que uno no se hace fácilmente una idea de la impotencia y los abismos a los que a veces puede arrastrar a una persona la reflexión constante, que no concluye con el denominado cese de jornada, y la sensación que penetra hasta los sueños de haber prendido el hilo equivocado”. No pude evitar pensar además en el escritor como gusano de seda. Se dice que la oruga guarda el material resinoso que luego será seda en tubos que se enrollan como ovillos, como intestinos. ¿No desovilla sus intestinos el que escribe?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

de ahí el real visceralismo, aunque de seda, nada.

Leandro dijo...

¿Lima y Belano no se habían escapado en un sedán?

Vero dijo...

¡Jua! Y sí, el real visceralismo es medio pinchudo.