miércoles, noviembre 16, 2005

Ayer

En la oficina: La tarde transcurre cargada de amenazas de lluvia. Afuera la humedad se adensa; adentro, en este cubículo de luz artificial repleto de papeles, algo me prensa el cuerpo. Respiro y puedo sentir cómo se abre paso en los pulmones la materia acuosa que llaman aire.
En casa: Llueve, de una manera tan brutal, definitiva, que parece que después de esta lluvia no habrá nada. Hoy no debería hacer nada más que escribir hasta quedarme dormida. Qué otra cosa se puede hacer en días así. El agua aturde.

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