jueves, octubre 27, 2005

Un poema chino (no, no es de Lai-se Ka)

¡Ah, a casa vuelvo! ¿Por qué no volver, si veo que mi campo y mi huerto de cizaña están llenos? Yo he hecho de mi alma un siervo de mi cuerpo: ¿por qué tener pesares vanos y dolerme a solas?

No me inquiete lo pasado, y camino adelante tome. Sólo breve distancia he hecho el mal camino, y hoy sé que estoy en lo justo, si ayer el error fue completo.

...

¡Ah, a casa vuelvo! Dejadme que desde ahora aprenda a vivir solo. El mundo y yo no estamos hechos el uno para el otro, y, ¿por qué girar en redondo como quien busca lo que no ha encontrado?

Contento estaré con las conversaciones de los míos, y habrá música y libros para pasar las horas. Vendrán los granjeros y me dirán que ha llegado la primavera, y habrá labor que hacer en la granja occidental.

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Allí los árboles, feliz el corazón, crecen maravillosamente verdes, y el agua de las fuentes salta con risueño sonido. Admiro cómo crecen y prosperan las cosas según sus estaciones, y siento que así, también, hará su giro mi vida.

¡Basta! ¿Por cuánto tiempo he de guardar mi forma mortal? ¿Por qué no tomar la vida según viene, y por qué darse prisa y quehacer como quien lleva un recado?

Riqueza y poder no son mis ambiciones, y es inasequible la morada de los dioses. Querría partir solo una clara mañana, o quizá, clavando el bastón, empezar a quitar las cizañas y a labrar la tierra.

O querría componer un poema junto a un claro, o acaso ir a Tung-kao y dar un largo grito de reclamo en la cumbre de la colina. Así estaría contento de vivir y morir, y sin interrogar el corazón aceptaría alegremente la voluntad del Cielo.

T'ao Yüanming (372-427 DC).

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