Fabi se fue a vivir a Bruselas hace menos de un mes. Lo
agarró el centenario del nacimiento de Cortázar en su ciudad natal. Me cuenta
que hoy la embajada argentina organizó un homenaje. Era al aire libre y llovía. Terminaron amuchados bajo el toldo de un bar.
Una actriz relataba un texto de Cortázar y tocaba el charango. Color local, le
digo, más conveniente el charango que la trompeta, el folklore que el jazz.
Leyeron el “Discurso del oso”. Formaron figuras con libros, bajo la lluvia.
Antes tuvieron que poner cada uno en una bolsita. Al oso de las cañerías lo
hubiera divertido tanto empecinamiento, pienso. Parece que Bruselas es una ciudad
particularmente lluviosa, al menos en este verano en declive. Recuerdo un olor imaginado, el del cuello del
abrigo mojado por la lluvia en el capítulo 23, en
el que Oliveira se dice lo que nos seguimos diciendo: “Sólo viviendo absurdamente
se podría alguna vez romper este absurdo infinito”.
2 comentarios:
Qué hermoso homenaje, Vero. Un abrazo. Y cuánto me alegro de que hayas vuelto por aquí
Carmen, qué alegría me dan tus palabras. Gracias! Nos vemos en De nada puedo ver el todo. Y a porpósito: nunca te dije cuánto me gusta el nombre de tu blog. Te digo ahora: mucho.
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