jueves, agosto 22, 2013

Qué

¿Qué podemos alcanzar a conocer de Watt? Aun si estiramos el entendimiento como dedos. Watt habla sin apego por la sintaxis, la gramática, la pronunciación, en voz bajísima. El otro, el que narra o vuelca, admite no escuchar con nitidez su murmullo impetuoso: oye poco, comprende una parte, suple con invención. Lo inteligible se opaca todavía más en los últimos tiempos de Watt al servicio Mr. Knott, cuando altera el orden de las frases y hasta de las letras. La comunicación es imposible pero Watt sigue adelante, o retrocede, continúa, en todo caso, en alguna dirección, acarrea las palabras deshechas como su facha desastrada.
A la llegada de Watt, el que ve a lo lejos su figura piensa que puede ser “un paquete, una alfombra, por ejemplo, o una porción de lona enrollada y envuelta en papel oscuro, sujeta con un cordel atado en la parte media”.
En el momento de partir lo encuentran desmayado en la estación de tren, le tiran un balde con agua, contenido y continente, miran cómo su sangre se mezcla con el barro. Es un esperpento empapado, con sombrero y bolsas, que espera el tren que lo lleve al fin del trayecto, el más lejano.
El trabajo de un qué para un no, según parece, es indefectiblemente ruinoso para el qué.
Advertencia en la línea final de la Addenda: “No se vean símbolos donde no los hay”.

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