sábado, mayo 16, 2009

El mañana de ayer

Rastreo lo subrayado y al transcribir armo dos series. Una con pasajes que refieren al trabajo de filmación, en los que Herzog da cuenta de su desazón por las dificultades pero también muestra una gran fortaleza. En la otra pongo descripciones del entorno salvaje, que no menos que la primera serie delinea un autorretrato: la naturaleza que lo rodea le habla de su propia naturaleza -esto me recuerda las clases sobre romanticismo alemán, aunque por lo leído en una entrevista creo que rechazaría esa filiación. Claro que podrían armarse otras series, pero este recorte señala lo que más me impresionó: la persistencia de llevar adelante su idea en un medio adverso, la soledad, la propia conciencia de estar trabajando al borde del desastre y por otro lado la capacidad de percibir hasta las partículas de polvo alrededor, percepción que entremezcla con ensoñaciones, las deslumbrantes metáforas que emplea. Sobre esto último, para mí resulta claro que Herzog tenía en cuenta que el diario iba a ser leído por otros, en especial cuando reflexiona sobre el lenguaje mismo y sus limitaciones (“Luego cayó una lluvia increíblemente fuerte y tranquila sobre la selva; llamarla lluvia es algo a lo que el idioma mismo se resiste”; “El mundo acá ya no parece dispuesto a seguir siendo reducido a palabras”). No copié todo lo subrayado, no posteo todo lo copiado.

Río Camisea, 14/2/81
El río algo más bajo hoy. Mauch, Vignati y yo subimos con machetes la pendiente y trepamos sobre la plataforma en el punto más alto entre los ríos y nos dejamos mecer por el viento. Estábamos del todo solos con la selva, nadamos suavemente sobre sus copas humeantes, y ya no tuve miedo frente a la idea de hacer pasar un barco enorme por encima de la montaña, aun cuando todo en este mundo aquejado de gravedad hable en contra de ello.

Iquitos-Lima, 18/2/81
Desparramado en el asiento, mientras Gustavo me llevaba a toda marcha por entre los baches hacia el aeródromo, tuve la idea; ¿por qué no actuar yo mismo de Fitzcarraldo? Me atrevería a hacerlo, porque mi tarea y la del personaje se hicieron idénticas.

Camisea, 29/4/81
Con Laplace hay un grave problema: me llevó a un costado y me dijo que W. se peleaba constantemente con él y que así no podía seguir trabajando, que se quería ir. L. dice que quiere aplanar tanto la cuesta que sólo quedaría una caída del doce por ciento, lo que la haría verse como una brecha en el terreno de un istmo. Le dije que no lo iba a permitir porque de esa forma perderíamos la metáfora central de la película. Metáfora de qué, me preguntó. Le dije que eso no lo sabía, sólo que era una gran metáfora. Quizás no era más que una imagen que dormita en todos nosotros, y yo soy apenas aquel que la pone en contacto con un hermano al que todavía no conoció.

[Sobre esto tengo que comentar algo: ayer Quintín leyó este pasaje en el Goethe, sin la última oración que acabo de anotar. La propuso como un ejemplo del ánimo burlón de Herzog. No estoy de acuerdo. Hay otros pasajes en los que apela al humor, a la burla, al absurdo, pero no éste. Rió y gran parte del público también, pero supongo que por simple empatía. [Lo que sigue me va a hacer quedar como maniática. Cuando terminé de leer el libro volví a ver Mi enemigo íntimo, porque muchos fragmentos del libro figuran narrados por Herzog ahí de manera casi idéntica. Quería escuchar la entonación de Herzog en esos pasajes. Está lo del barco como gran metáfora, se lo dice al fotógrafo Beat Pressner. Y no ríe. [A propósito, ya que estoy metida en esto: para mí la metáfora del barco refiere al esforzado Fitzcarraldo, es decir a Herzog mismo]]]

Iquitos/Camisea, 23/5/81
Laplace cree que es demasiado empinado, Kinski miró el terreno y anunció que lo que me proponía era completamente imposible, impensable, dictado por la locura. Se está convirtiendo en el epicentro del desánimo. Observando mejor, se me hizo evidente que nadie estaba ya de mi lado, ninguno, nadie, ni uno, ni uno solo. En medio de cientos de extras indígenas, docenas de trabajadores forestales, la gente de los barcos, personal de cocina, equipo técnico y actores, la soledad me golpeó como un animal gigante y enfurecido. Pero yo veía algo que los otros no veían.

[Sobre la segunda serie, se me ocurre ahora que veo estas imágenes reunidas qué trabajo le habrá costado a Ariel Magnus traducirlas, y a la vez qué enorme placer debe ser arrancar con esfuerzo de un idioma extranjero y ver surgir en tu lengua natal tanta belleza.]

Iquitos, 23/10/79
Arando los siglos, un sol sombrío se alzó hoy sobre la selva, que estaba llena de venenos, festiva y densa. Humeaba de orquídeas en celo, la jungla olía a sudor dulce y lujuria.

Camisea, 8/2/81
El día tiene el ánimo de las noches cargadas de miedos.

Camisea, 13/2/81
¿Alguien escuchó suspirar a las piedras?

Iquitos, 15/2/81
Cuando volví por el sendero hacia mi choza casi todo estaba cubierto por la maleza, yo era como un forastero y la casa ya no me reconoció. Entre las plantas de yuca un hombre da golpes con su machete. Mi sartén se oxida. De la pared cuelgan cosas que parecen mirarme fijamente y preguntarse sorprendidas si yo sigo siendo suyo.
[…] Las cigarras nocturnas serruchan el tiempo. El cielo está desamparado y quieto. Por mi ventana entra, con lo negro, la noche.

Camisea, 6/4/81
La afiladísima hoz de la luna ascendió de forma matemática sobre la selva aún jubilosamente humeante; luego fueron las cigarras y las voces nocturnas las que capturaron a la oscuridad en el gran abismo de la noche.

Camisea, 12/4/81
Empezó a llover. El río es marrón-verdoso, acompasado y bajo. Los bananos a la izquierda de mi choza están hinchados, desvergonzadamente sexuales. En la tranquilidad de la lluvia el paisaje practica la sumisión. Una profunda respiración atraviesa la selva, todo está quieto. Vacilantes se despliegan los helechos, que habían mantenido escondidas sus tiernísimas puntas. Plantas carnívoras que sudan grasa invitan a la ruina.

5 comentarios:

inx dijo...

Sí, la estela de temblor que deja una obra de arte, la fabulosa proximidad con el espíritu del artista. No sé si deberías descartar el romanticismo, hay mucho allí del alma alemana, Vero. Lo de Herzog, bellísimo. Pero lo tuyo, nena, está para un marquito. Yo (como cualquiera que escriba)querría que mi crítica seas vos. Leés de verdad.

Vero dijo...

Pero yo no lo descarto, Inés, es Herzog quien lo hace, quizá no lo dije bien. Creo que a Herzog no le gusta que lo vinculen con cierta acepción del romanticismo que importa una visión idealista sobre las cosas, que no comparte. Eso es lo que me pareció cuando leí la entrevista en la Ñ, la busqué, está acá:
http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2009/03/28/_-01885959.htm
Pero yo no pude dejar de recordar cuando leía la influencia de las "fuerzas de la naturaleza" (bueno, ya esa expresión dice mucho más de lo que denota) en el ánimo de Werther, paradigma del romanticismo.
¡Y gracias por tu apreciación! Valoro mucho tu opinión. Un beso.

e.r. dijo...

Hola vero!
muy interesantes las notas, la verdad, bastante diferentes de lo que me esperaba. se nota que tiene un espíritu muy apasionado, yo diría más bien byroniano que wherteriano, pues a herzog no es un melancólico sino un don juan ante la polleruda naturaleza (humana y selvática). Etc.
saludos

bardamu dijo...

así como los osos no son cariñosos, las piedras no suspiran, sólo saben llorar.

Vero dijo...

La falta de sensibilidad de la naturaleza...