Pascal Quignard, Los
desarzonados: “El 3 de enero de 1889, en la Piazza Carlo Alberto, delante
de la fuente, observa a un viejo caballo humillado al que su propietario golpea
con violencia. El caballo mira a Nietzsche con tal aspecto de dolor que este
último corre hacia él, lo abraza y pierde el juicio para siempre.
¿Qué quiere decir: abrazar a un caballo humillado? Quiere
decir: deplorar la domesticación”.
Pienso en la cerviz inclinada de Ohlsdorfer cuando leo ese
pasaje y después en otros hombres humillados de los films de Tarr: Maloin, János, Futaki, Karrer.
En una entrevista a Tarr a la
que llego a través de El lamento de Portnoy leo: “Hay una cosa que no acepto:
la humillación. En mis películas, los personajes, como es caso de Maloin en El
hombre de Londres, son personas apartadas socialmente, maltratadas. En mis
películas intento transmitir al público la idea de que sólo hay una vida, y que
hay que vivirla con calidad. Que no se debe atentar contra la sensibilidad
humana”.