Leer es un
trabajo poético, un trabajo sobre y con la palabra; escribir una lectura puede
llegar a ser, meramente, escribir. Por eso las “malas críticas”, los discursos
anodinos y sin resplandor, equivalen a la “mala” literatura: son ofensivos;
olvidan (reprimen) que también ellos están escritos. En el proceso de anulación
de los géneros el momento esencial es el de la desjerarquización: ninguno por “encima”
de otro: ningún imperialismo. Se trata de un campo común de conexiones mutuas;
el discurso crítico no es un apéndice (una colonia), sino otro texto que se
sitúa en uno de los tantos cortes intertextuales que erige la escritura: narra
un drama, poetiza. Y, sobre todo, reescribe: ése es su sello; exhibe sin culpas
la marca fundamental de la literatura: toda escritura, todo trabajo y proceso
de escritura, es a la vez lectura y reescritura (corrección, tachadura, armado,
cambio de lugar, inserción).
Josefina
Ludmer, Onetti. Los procesos de
construcción del relato