László Krasznahorkai, Melancolía de la resistencia
viernes, diciembre 18, 2009
Aquel reino singular
László Krasznahorkai, Melancolía de la resistencia
domingo, diciembre 06, 2009
Una buena mujer
“Habría sido una buena mujer –dijo el Desequilibrado- si hubiera tenido a alguien cerca que le disparara cada minuto de su vida”. La frase es de “Un hombre bueno es difícil de encontrar”, de Flannery O’Connor. La enuncia el asesino. Es enigmática, prismática. Elijo creer (cuestión de fe, quién puede saber lo que piensa un personaje, eso ni su autor) que sugería que la única manera de que la mujer fuese buena era en el no ser de la muerte, en el cuerpo estricto, desalmado. Niegan los tiros del Desequilibrado (el toque de ella en su hombro fue para él “como la mordedura de una serpiente”) el manoteo desesperado de la vieja (“¡Eres uno de mis hijos!”). Un asesino melancólico, encantador. Ahí puedo ver la distancia que hay entre mi juicio moral en la literatura y en la vida. Porque lo que me espantaría en la vida, un hombre que mata sin razón, sin placer siquiera (es que no vio a Jesús resucitar, dice, robar una rueda o matar da lo mismo y se olvida y sólo queda el castigo, dice, no hay placer en la vida, dice), en la literatura no, y entiendo más al que ejerce la crueldad como una purga que a la mujer que babea su pretendida bondad, y saludo al antídoto que quita ese veneno de, como se suele decir, la faz la tierra.
viernes, diciembre 04, 2009
Marcelo Cohen, Caetano Veloso, John Donne
Más tarde busqué la letra entera y encontré más, como suele suceder cuando uno anda buscando, pero como pocas veces di con algo mucho mejor de lo que esperaba. Por este blog me enteré de que es un fragmento de la traducción que hizo Augusto de Campos de un poema lindísimo de John Donne. Ahí el link al tema por Caetano y otro más al poema original en inglés.
El gorrión que dejé más arriba se allegó a un cantero con la mosca y la depositó en tierra. No le dio sepultura. No eran parientes. En la blandura la quebró con minucia y la embuchó.
lunes, noviembre 30, 2009
lunes, noviembre 23, 2009
Spool
miércoles, noviembre 18, 2009
martes, noviembre 17, 2009
Un eclipse deslumbrante
lunes, noviembre 16, 2009
Krapp por Santa Ana
Fielmente, fielmente
jueves, octubre 15, 2009
viernes, julio 31, 2009
Leer
¿Quién está dispuesto a poner el cuerpo al leer?
Hoy vengo, en los dos medios de transporte que me traen a la oficina, sucesivos, no simultáneos, en un libro, ese otro medio de transporte, este sí simultáneo a los otros dos, no leyendo, sino encajada en un libro, que se ha revelado embudo, es decir, ostenta -el verbo es excesivo, diría uno- un estilo llano, sin mayores accidentes, y me dejo caer por sus lisuras, pero al adentrarme puedo ver que se angosta y angustia, un punto de apretada densidad, y recuerdo las señales de advertencia antes de la entrada.
jueves, julio 30, 2009
viernes, julio 17, 2009
Las lluvias interiores
Oye, dame vino.
Prosa y poesía
Montserrat Álvarez, “El divague del rockero melancólico”
La palabra parte
miércoles, mayo 27, 2009
Fuera de la palabra
martes, mayo 26, 2009
Donde ya no fuese cuestión de responder
2- ¿Hacia dónde se dirigen A y B?
3- ¿Dónde quedan los vestidos y las muletas de Molloy?
4- ¿Está el amor en la hendidura de la mujer?
5- ¿Bastan 16 bolsillos en el saco para que las piedras no se repitan?
6- ¿Es Molloy una creación de Morán?
7- ¿Es el hijo de Morán el que yace en la habitación de al lado?
8- ¿Es medianoche?
9- ¿La lluvia azota los cristales?
10- ¿Puede haber medianoche o lluvia fuera de las palabras?
lunes, mayo 25, 2009
domingo, mayo 24, 2009
Musica y novela (traducida)
(La traducción de este pasaje es de Miguel Sáenz. Dijo Cohen: en Bernhard hay musicalidad, en las repeticiones, por ejemplo, pero finalmente lo que se escucha es la musicalidad de Sáenz.)
El barco de Sísifo
sábado, mayo 16, 2009
El mañana de ayer
Río Camisea, 14/2/81
El río algo más bajo hoy. Mauch, Vignati y yo subimos con machetes la pendiente y trepamos sobre la plataforma en el punto más alto entre los ríos y nos dejamos mecer por el viento. Estábamos del todo solos con la selva, nadamos suavemente sobre sus copas humeantes, y ya no tuve miedo frente a la idea de hacer pasar un barco enorme por encima de la montaña, aun cuando todo en este mundo aquejado de gravedad hable en contra de ello.
Iquitos-Lima, 18/2/81
Desparramado en el asiento, mientras Gustavo me llevaba a toda marcha por entre los baches hacia el aeródromo, tuve la idea; ¿por qué no actuar yo mismo de Fitzcarraldo? Me atrevería a hacerlo, porque mi tarea y la del personaje se hicieron idénticas.
Camisea, 29/4/81
Con Laplace hay un grave problema: me llevó a un costado y me dijo que W. se peleaba constantemente con él y que así no podía seguir trabajando, que se quería ir. L. dice que quiere aplanar tanto la cuesta que sólo quedaría una caída del doce por ciento, lo que la haría verse como una brecha en el terreno de un istmo. Le dije que no lo iba a permitir porque de esa forma perderíamos la metáfora central de la película. Metáfora de qué, me preguntó. Le dije que eso no lo sabía, sólo que era una gran metáfora. Quizás no era más que una imagen que dormita en todos nosotros, y yo soy apenas aquel que la pone en contacto con un hermano al que todavía no conoció.
[Sobre esto tengo que comentar algo: ayer Quintín leyó este pasaje en el Goethe, sin la última oración que acabo de anotar. La propuso como un ejemplo del ánimo burlón de Herzog. No estoy de acuerdo. Hay otros pasajes en los que apela al humor, a la burla, al absurdo, pero no éste. Rió y gran parte del público también, pero supongo que por simple empatía. [Lo que sigue me va a hacer quedar como maniática. Cuando terminé de leer el libro volví a ver Mi enemigo íntimo, porque muchos fragmentos del libro figuran narrados por Herzog ahí de manera casi idéntica. Quería escuchar la entonación de Herzog en esos pasajes. Está lo del barco como gran metáfora, se lo dice al fotógrafo Beat Pressner. Y no ríe. [A propósito, ya que estoy metida en esto: para mí la metáfora del barco refiere al esforzado Fitzcarraldo, es decir a Herzog mismo]]]
Iquitos/Camisea, 23/5/81
Laplace cree que es demasiado empinado, Kinski miró el terreno y anunció que lo que me proponía era completamente imposible, impensable, dictado por la locura. Se está convirtiendo en el epicentro del desánimo. Observando mejor, se me hizo evidente que nadie estaba ya de mi lado, ninguno, nadie, ni uno, ni uno solo. En medio de cientos de extras indígenas, docenas de trabajadores forestales, la gente de los barcos, personal de cocina, equipo técnico y actores, la soledad me golpeó como un animal gigante y enfurecido. Pero yo veía algo que los otros no veían.
[Sobre la segunda serie, se me ocurre ahora que veo estas imágenes reunidas qué trabajo le habrá costado a Ariel Magnus traducirlas, y a la vez qué enorme placer debe ser arrancar con esfuerzo de un idioma extranjero y ver surgir en tu lengua natal tanta belleza.]
Iquitos, 23/10/79
Arando los siglos, un sol sombrío se alzó hoy sobre la selva, que estaba llena de venenos, festiva y densa. Humeaba de orquídeas en celo, la jungla olía a sudor dulce y lujuria.
Camisea, 8/2/81
El día tiene el ánimo de las noches cargadas de miedos.
Camisea, 13/2/81
¿Alguien escuchó suspirar a las piedras?
Iquitos, 15/2/81
Cuando volví por el sendero hacia mi choza casi todo estaba cubierto por la maleza, yo era como un forastero y la casa ya no me reconoció. Entre las plantas de yuca un hombre da golpes con su machete. Mi sartén se oxida. De la pared cuelgan cosas que parecen mirarme fijamente y preguntarse sorprendidas si yo sigo siendo suyo.
[…] Las cigarras nocturnas serruchan el tiempo. El cielo está desamparado y quieto. Por mi ventana entra, con lo negro, la noche.
Camisea, 6/4/81
La afiladísima hoz de la luna ascendió de forma matemática sobre la selva aún jubilosamente humeante; luego fueron las cigarras y las voces nocturnas las que capturaron a la oscuridad en el gran abismo de la noche.
Camisea, 12/4/81
Empezó a llover. El río es marrón-verdoso, acompasado y bajo. Los bananos a la izquierda de mi choza están hinchados, desvergonzadamente sexuales. En la tranquilidad de la lluvia el paisaje practica la sumisión. Una profunda respiración atraviesa la selva, todo está quieto. Vacilantes se despliegan los helechos, que habían mantenido escondidas sus tiernísimas puntas. Plantas carnívoras que sudan grasa invitan a la ruina.
viernes, mayo 15, 2009
La comprensión de una gran inutilidad
Pero la pregunta que todos querían ver contestada era: ¿tendría yo el temple y la fuerza como para empezar todo de nuevo desde el principio? Yo dije que sí, de lo contrario sería alguien que ya no tiene sueños, y sin ellos no querría vivir.
Werner Herzog, Conquista de lo inútil (Diario de filmación de Fitzcarraldo)
Un mediodía de abril en que deambulaba como tantos otros por librerías de la avenida Corrientes me sentí alcanzada por un rayo en medio del patio tal como dice Horacio Oliveira que se manifiesta el amor cuando vi sobre una tapa la foto inconfundible de un desaforado Kinski en primer plano -el saco blanco como tirado al descuido sobre el cuerpo- y detrás, entre la neblina, el barco montañés. Pagué y me llevé la tapa y el resto del libro a un bar cualquiera pero cercano, cercano. Mientras leía el Prólogo, donde el barco que trepa la montaña es un perro y sus dientes, las manos me temblaban de tal manera que tuve que fijarlo contra la mesa inanimada para evitar el aleteo del papel y la consecuente dificultad para la lectura. El libro está colmado de imágenes poéticas -el autor habla de "paisajes interiores"- surgidas de una sensibilidad quizá acrecentada por el cerco de la selva -vegetación, agua, podredumbre- y, más todavía, por el cerco que Herzog se impone al perseguir una idea hasta el final: remonta su película, como el barco, contra el sentido común que le indica que sería mejor abandonar la empresa. (Al pensar en subir esto al blog recuerdo el cono de Bernhard). En varios momentos me conmovió. Quizá más tarde -esto puede ser mañana o pasado- copie algunos fragmentos.
jueves, mayo 14, 2009
Un libro de Herzog
Diálogo entre Claudia Cardinale y Werner Herzog, en Mi enemigo íntimo (Mein Liebster Fiend es el título original del film):
— Una noche, cuando volvíamos del rodaje en el Amazonas, traías un pequeño libro.
— Un diario.
— Un diario, sí. Y lo escribías todo. Para ti. Y Klaus estaba muy, pero muy celoso. Porque se sentía excluido, ¿te acuerdas?
— Sí. Tenía miedo de lo que escribía.
— Exactamente. Para él era algo misterioso que lo excluía.
— Me acuerdo.
— Recuerdo tu libro. Tenía letras muy pequeñas.
— Mi letra es normal, pero la reduje a un tamaño microscópico. Es muy raro. [Acá se inserta una secuencia de las manos de Herzog pasando las hojas del diario].
— Era imposible. Creo que lo has publicado.
— No, no lo he publicado. Ni siquiera he vuelto a leerlo.
miércoles, mayo 06, 2009
viernes, marzo 13, 2009
El cono
jueves, marzo 12, 2009
Martes de cadencia
jueves, enero 08, 2009
Fotografiar, leer
La cuestión es que los fotógrafos llegan para llevar a cabo una sesión con alguna idea preconcebida, a menudo del tipo cliché, de la clase de persona que es el modelo que van a retratar, y se esfuerzan por corporizar ese cliché en las fotografías que toman (o, por seguir el giro idiomático de otras lenguas, las fotografías que hacen). No solo procuran que la persona pose según dicta el cliché, sino que cuando vuelven a su estudio seleccionan de entre los negativos los que más se aproximan al cliché. De ese modo llegamos a una paradoja: cuanto más tiempo tiene el fotógrafo para hacer justicia a su modelo, tanto menos probable es que le haga justicia.